¿Suena bien dormir con vistas al Empire State, desayuno en la cama, un buen entrecot para comer y una copa en un rooftop? ¡Así es la experiencia!
Nosotros somos de los que nos gusta mucho apoyar a los pequeños comercios de barrio. Si podemos comprar en el mercado municipal o tomar algo en el bar de toda la vida, estamos más que encantados. Aparte de poder devolver algo a nuestra propia comunidad, nos gusta conocer a las personas detrás de la cara corporativa. Esta filosofía de apoyar los pequeños comercios locales es justo lo que nos gusta del Hotel Archer New York.
A pesar de estar a pasos de Times Square, el trato desde el minuto cero es el de un hotel boutique donde el cliente es más que un número; es un amigo y se recibe así. Hace un tiempo que nos tiene enamorados esta pequeña cadena de hoteles boutique y estuvimos contentísimos de poder repetir visita este otoño en Nueva York (aunque estamos muriéndonos de ganas de probar sus hoteles en Austin y Napa Valley).
Nada más dar nuestro nombre en recepción, la mujer nos sonrió y nos dijo “¡Parece que os tengo que dar la enhorabuena!” Pedro y yo nos miramos sin saber qué estaba pasando hasta que nos dio una caja negra con una tarjeta decorada con cosas de bebé. Habíamos avisado de que estábamos esperando un bebé y tuvieron el detalle precioso de darnos una toalla con capucha para después de sus primeros baños. Estos son los detalles a los cuáles me refiero.
Arriba en la habitación teníamos unas vistas preciosas del edificio Empire State además de una cama muy cómoda. Creo que he mencionado en mi último artículo que las camas del Archer son legendarias al nivel de que la gente pregunta para poder comprar la misma cama para sus casas. En la mesita de noche había dos caramelos artesanales con un toque de sal de una tienda en el Lower East Side que se llama The Sweet Life. Esa tienda es un negocio familiar que lleva desde 1982 con la idea de traer los mejores dulces de todo el mundo a Nueva York. ¡Incluso tienen galletas españolas de Doña Jimena! La tienda se encuentra en 63 Hester Street, por cierto.
Bajamos a la calle para seguir nuestro día en Nueva York y la primera parada fue el café Culture Espresso. Está a 10 pasos del Hotel Archer y nos lo recomendó Jackie , la propia directora de ventas del Hotel Archer, cuando pisamos el hotel por primera vez. “¿Te gustan los dulces?” me preguntó en tono de complicidad. La respuesta era un “claro que sí”. Entonces tienes que probar las galletas de chocolate de Culture Espresso. Son caseras y rellenas de chocolate medio derretido. Es un capricho que no pudimos pasar por alto y nos llevamos una galleta para compartir luego como merienda.
Al volver al hotel por la noche no pudimos evitar subir un momento para disfrutar de las vistas del Empire State desde el Spyglass, el rooftop del hotel. Tiene una decoración muy sofisticada y aunque yo no me podía tomar un cóctel, ¡sé por experiencias anteriores que están hechos a la perfección! Es todo un lujo tener un rooftop así a pasos de la habitación, sobretodo en los meses de invierno ya que este rooftop tiene una parte interior, así que se puede disfrutar de las vistas sin salir al intemperie.
En la habitación nos esperaba una galleta de jengibre del restaurante Charlie Palmer. Eso sí, como todo aquí, tiene una historia interesante detrás. Resulta que el nombre completo de estas galletas son “Las galletas de jengibre de Sharon Crain” y fue la vecina de Charlie cuando era pequeño. Sharon era profesora de actividades del hogar. Un día la profesora le retó a tomar su curso, algo que Charlie a priori no consideraba que le encajara. Con el tiempo le empezaron a gustar las clases y el tema de la pastelería, por lo que empezó a trabajar en la cocina de un hotel local. Al final sería esa misma Sra. Crain la que le ayudó a aplicar para el Instituto Culinario de América, algo clave para que Charlie Palmer sea lo que es hoy. Para no perder las costumbres, la Sra. Crain manda una caja de galletas de jengibre a la familia de Charlie y al Hotel Archer cada navidad.
La mañana siguiente no pudimos privarnos de un lujo que sólo reservamos para ocasiones muy especiales: pedir el desayuno a la habitación. En el Archer está el restaurante Charlie Palmer Steakhouse y aunque podría sonar raro pedir el desayuno de un lugar de carnes, en este caso fue todo un acierto. Pedimos el desayuno continental que traía yogur griego con muesli y frutas, un bollo y zumo de naranja (el café lo teníamos gracias a la máquina de Nespresso en la habitación). Pedro pidió el bagel con salmón, tomate y cebolla. Todo un lujo recibir ese desayuno y disfrutarlo con vistas del Empire State.
A lo largo de nuestra visita a Nueva York también comimos en el Charlie Palmer Steakhouse ya que el restaurante había cambiado desde nuestra primera visita al Archer y estando en Nueva York una de las cosas que toca es comer buena carne. Sólo podemos decir que ¡el Charlie Palmer Steakhouse es un acierto total! El restaurante sigue la línea del Archer con una cocina que usa solo ingredientes de la zona y que cambia su carta según la temporada para poder usar sólo los productos más frescos. Además se pueden probar cervezas artesanales y vinos locales para maridar tus platos.
Nosotros decidimos compartir entrante, plato y postre más que nada porque las cantidades son generosas y no teníamos tiempo para dormir la siesta después de comer ¡jeje! Para comenzar pedimos una ensalada con calabaza, quinoa, lechuga y pepitas de calabaza horneadas. Estaba riquísima y muy otoñal. Luego compartimos el entrecot con brócolis que también estaba muy rico. La única lástima fue que tuvimos que pedirlo muy hecho por el embarazo (aunque pienso volver cuando ya esté la niña y probarlo en su punto porque si muy hecho estaba para chuparse los dedos no me puedo imaginar como estaría más al punto). Por supuesto el postre también fue espectacular. Pedimos el brownie y el chef nos invitó a probar una copa de tarta de queso con frambuesa que es su postre estrella.
El servicio del restaurante estuvo al nivel del Archer Hotel en general y todo el mundo estuvo muy atento dejándonos disfrutar del ambiente sofisticado y urbano el tiempo que quisiéramos. Resumiendo, nos ha encantado nuestra segunda experiencia en el Archer Hotel junto con nuestras comidas en el Restaurante Charlie Palmer. Es una opción ideal para relajarte en Midtown Manhattan. Parece mentira, pero es posible escaparse del bullicio de las calles del centro y encontrar este oasis en el Archer Hotel.
Y si no estáis convencidos aún…¡contactad con nosotros y os lo organizamos para que podáis probar todo esto vosotros mismos!