El Ristorante Morini es un el lugar perfecto tras una mañana de museos. Servicio amable, buena comida y un ambiente puramente del Upper East Side.
Estábamos buscando un restaurante cerca de la Neue Galerie en el Upper East Side que les pudiera gustar a mi familia. No es una tarea fácil ya que todos tenemos gustos e ideas diferentes y multiculturales sobre lo que es comida de “almuerzo” versus comida de “cena.” Menos mal que encontramos Ristorante Morini en la esquina de la calle 86 y la Avenida Madison. El restaurante mediterráneo-italiano tenía una combinación perfecta de opciones para todos los paladares; además estaba decorado impecablemente en un estilo urbano.
Cuando entramos al Ristorante Morini nos sorprendimos porque el comedor principal se encuentra en la segunda planta, así que la camarera nos llamó el ascensor y nos despidió diciendo: “os veo en la primera planta.” Estábamos impresionados de que ella llegara antes que nosotros y que estuviera esperando para enseñarnos una mesa en el comedor grande y luminoso.
La carta tenía un poco de todo, pero decidimos aprovechar el menú del día. Por $29 te daban una ensalada, un plato principal y dos bolas de helado para el postre. A mí me pareció un precio más que razonable, más aún después de ver las cantidades que nos dieron. De primero yo pedí la ensalada de col rizada con manzana verde, almendras garrapiñadas, calabacín a la plancha y queso ricotta. La combinación de sabores era perfecta y me gustó como las manzanas verdes combinaban con la col rizada para “animar” un poco el plato.
Pedro pidió la ensalada burrata con queso mozzarella, semillas de granada y pistachos sobre rúcula. La presentación era muy bonita y el queso estaba perfectamente cremoso. Las ensaladas las sirvieron con una cesta de pan focaccia al romero y aceite de oliva vírgen extra. Desde luego triunfaron con los primeros.
Para el plato principal yo elegí los espaguetis con vongole servido con una salsa delicada de vino blanco y sus almejas frescas. La salsa no tenía demasiado ajo y la pasta venía al dente. Pedro pidió la pasta garganelli con una salsa clásica boloñesa. Es uno de los platos preferidos de Pedro y esta vez lo prepararon muy bien; recomendaríamos ambos platos.
De postre se puede elegir dos sabores de helado o sorbete. Yo probé una bola del sabor calabaza y otra de caramelo a la sal y Pedro eligió el sorbete de limón y albahaca. Los helados venían en pequeños platos de metal y los sabores estaban muy conseguidos. No sé si habría pedido postre si no hubiera sido parte del menú, pero me alegro mucho de haber probado los helados cremosos.
Si tengo que poner una pega al Ristorante Morini, sería que el servicio fue un poco lento. En nuestro caso no fue un problema porque estábamos de visita con mis padres y queríamos disfrutar de una comida relajada. Es un lugar estupendo para comer tras visitar el Museo Metropolitano o la Neue Galerie, ya que te da tiempo a hablar sobre el arte o ponerte al día con un amigo. Es un sitio con servicio amable, buena comida y un ambiente puramente del Upper East Side.